
Uno de los pequeños placeres de la vida es escribir en pluma sobre un papel mimoso. Detecté que una de mis plumas favoritas comenzaba a tener un trazo grueso que no me gustaba. Lo comenté en la tienda donde la compré. La dependienta me ofreció el servicio de un mecánico que se dedica a "afilar plumas". Me pareció bien. La dejé allí.
Hoy volví a saber sobre aquella pluma. Mientras buscaba por una estanteria consulté la hora: era tarde. La espera fué infructuosa. Me despedí. Me fuí... volando y sin pluma!

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